miércoles, 4 de enero de 2017

EL MACHISMO NO SIEMPRE ES LA CAUSA: ¡POR FIN ALGUIEN LO DICE! (MAGISTRADO DEL TS ANTONIO SALAS)

En los últimos días, el magistrado del Tribunal Supremo Antonio Salas ha venido elevando unas afirmaciones coincidentes en gran parte con las que el mismo que escribe había venido vertiendo en diversos cursos realizados con las feministas de TICAT y otras, que han venido a desatar de nuevo la furia de estas mujeres, tan lejos de fanatismos y respetuosas ellas, y quienes las secundan. A saber, al buen hombre no se le ha ocurrido otra cosa que opinar que no todos los maltratadores son machistas, existiendo casos en los cuales tal circunstancia no concurrirá y en que estaremos tan sólo ante individuos violentos que usan y abusan de la fuerza para imponerse a otras personas más débiles físicamente que ellos, en estos casos sus parejas. ¡Y con la Iglesia hemos topado!

Hasta el momento y a pesar de que alguna asociación judicial ya se ha pronunciado a favor del derecho del señor Salas a expresar su opinión, otras de tinte feminista lo han hecho en un sentido bastante distinto y la responsable de la Comisión del Igualdad del PSOE, Soraya Vega, ha pedido que el Consejo General de Poder Judicial actúe de oficio, afirmando, muy convencida ella, que no puede ocupar un cargo como el suyo alguien que piense de esa manera. ¡Libertad de pensamiento y expresión al carajo! O besas la tierra que pisan las feministas, o al paredón. ¿Discrepar? ¡Ni se te ocurra! Estamos en una democracia y puedes pensar y decir lo que quieras, con los límites constitucional y legalmente establecidos. Es decir, siempre que con ello no  injuries ni calumnies a nadie, hagas apología de ideologías y demás prohibidas o vayas en contra de los postulados del feminismo. Esto último no lo dice la CE ni ninguna Ley, pero da igual, ¿a quién le importa? En realidad, es la más cerrada de estas prohibiciones. Si unas declaraciones incurren en lo primero o lo segundo, es algo que deberá interpretar un juez, y no vaya a creerse que son muy dados a sentenciar que lo hacen. En el tercero en cambio, decir determinadas cosas puede bastar para acabar con la reputación de determinadas personas.

Vamos a ver: yo, personalmente, he conocido casos de maltratadores que no mostraban signo de machismo alguno. Se trataba en cambio de personas muy violentas, con antecedentes en algunos casos por agresiones anteriores.  Por supuesto, se trataba de individuos que se veían con frecuencia mezclados en peleas, riñas, etc con conocidos y desconocidos. El tipo de energúmeno que con facilidad se baja del coche para abalanzarse sobre otro conductor con el que ha tenido algún percance de tráfico y golpearlo brutalmente, o que acaba a las manos con alguien cada vez que sale de fiesta. El típico matón que en el colegio acosaba y apaleaba por rutina y mera diversión a los chiquillos que tenían la mala suerte de tenerlo por compañero y no las narices necesarias para plantarle cara y hacerse respetar a puñetazos. El que convertía en un infierno para sus hermanos (y hermanas) la convivencia con él, hasta para sus padres en algunos casos. ¿Resulta extraño pensar que alguien así agreda a su pareja? ¿Es necesario que concurra el ingrediente de machismo? Si a todos aquéllos los agredía y maltrataba SIN NECESIDAD de existencia del elemento machista, ¿por qué ha de pensarse que éste ha de darse OBLIGATORIAMENTE cuando la maltratada sea su pareja? ¿No resulta más lógico pensar que simplemente es un indeseable que agrede a todo el que puede y se pone a su alcance? La pobre desgraciada que tenga la desdicha de convertirse en su pareja, será la que más lo sufra por ser la que más tiempo comparta con él y en un ámbito de intimidad además, más adecuado para garantizar la intrascendencia e impunidad de las agresiones.

Evidentemente, éste no será el caso de todos los agresores. Habrá muchísimos en las cuales la base del asunto esté en el machismo, pero eso no significa que en todos sea así. Estamos ante un problema de violencia generalizado que se ha visto agravado de un tiempo a esta parte. Chavales que agreden a sus padres, hermanos, profesores, compañeros… en ocasiones incluso grabando la “hazaña” en vídeo para difundirla y así humillar a sus víctimas aun más. No sólo varones, también las chicas incurren en ello, lo cual demuestra, como señalábamos el magistrado yo, que de ser las féminas más fuertes físicamente que el varón, se darían igualmente agresiones a sus compañeros.  ¿No es lo lógico pensar que quien actúa así, sea o no machista, agredirá también a su pareja? ¿Es posible que este dato de la creciente violencia de los muchachos, la cual ya hemos visto no tiene nada que ver con machismo alguno, pues también las hembras incurren en ella, tenga a su vez “alguna” relación con la estadística que nos dice que aumenta el número de agresiones en parejas muy jóvenes, a pesar de la labor de educación que se está llevando a cabo para intentar desterrar concepciones machistas? Y sin embargo, hemos dictado y promulgado una Ley de Violencia de Género que parte de la base de que el origen del problema está necesariamente en el machismo, y todas las políticas institucionales emprendidas en este sentido de combatir la violencia sobre las mujeres está orientada en ese línea; a pesar de lo cual las cifras de mujeres maltratadas y asesinadas no desciende. ¿No será posible pues que el magistrado y quienes como él pensamos tengamos razón? ¿Que se esté intentando secar una fuente que no es la única de la cual procede el agua que nos inunda y ahoga, y que sea ese el motivo por el cual, “inexplicablemente”, todas las medidas adoptadas no se traducen en un descenso de los números?

Pero no hay caso. El feminismo ha conseguido poner en marcha su caza de brujas, persiguiendo el fantasma del machismo como causa, junto a la Iglesia Católica y la Derecha, de todos los males que aquejan a la Humanidad. Ellas se quedan con su sensación de haber logrado algo así y quienes las secundan aseguran su voto. Todo correcto a la izquierda del Edén. El problema viene cuando muerdes la manzana del Árbol del Saber y se te ocurre reflexionar y plantear dudas y preguntas que incomodan y no encajan con el modelo impuesto. La corrección política cumple su función.

No estoy tan de acuerdo con las otras afirmaciones del buen magistrado. Aquéllas en las que opina que debería equipararse en lo penal a hombres y mujeres. La Ley de Violencia de Género tiene su sentido, por más que quizá pueda estar errada en ciertos planteamientos. La mujer, por lo general, es más débil físicamente hablando que el hombre, circunstancia que la convierte en la parte débil de la pareja en ese sentido. Es por ello que preocupa tanto el que ellas sean agredidas por sus compañeros sentimentales, pues tememos por su vida e integridad (ahí están las estadísticas), y no cuando ocurre a la inversa, ya que un hombre que es golpeado por su chica (mujer, esposa, cónyuge…) no aparenta correr peligro de acabar en el hospital o la morgue. Es por ello que hemos dictado una Ley que las protege a ellas exclusivamente, pues es principio de nuestro Derecho que la vía Penal siempre debe ser restringida a aquellos casos en que resulte absolutamente necesaria y no pueda conseguirse el mismo resultado recurriendo a otra.

El señor Salas se plantea el supuesto en que sea la mujer la que tenga una fuerza física superior agreda a su pareja. Sin duda, van a ser muy pocos aquellos en que se dé el primer requisito de estos dos enunciados. Y teniendo que concurrir ambos –que sea más fuerte ella y que decida aplicar esa superioridad al maltrato físico hasta llegar a comprometer la vida o la integridad de su compañero-, la cosa semeja más un caso de laboratorio forzado para sustentar su idea, que algo con visos de estar produciéndose realmente. Aunque también es cierto que, existiendo la posibilidad, quizá habría que planteárselo.

No obstante lo anterior, también verdad que la Ley de Violencia de Género otorga un poder a las mujeres que no ostentan los denunciantes por cualquier otro tipo de delitos. En ninguno se decreta la prisión provisional con tanta facilidad e incluso ausencia de indicios racionales de culpabilidad como en éste, lo cual implica el peligro de que aquel sea usado de forma perversa e injusta por ciertas féminas. Efectivamente, mediante una denuncia falsa se puede causar un perjuicio moral enorme y de muy difícil o imposible reparación al varón, siendo el castigo en caso de ser descubierta y probada la falsedad insignificante. Por favor, llegados a este punto, que no salga nadie con aquello de que las estadísticas dicen que las denuncias falsas son casi inexistentes. Tecnicismo jurídico. Por tales se entienden aquellas cuya falsedad ha sido declarada en sentencia. ¿Cómo se prueba un hecho negativo (que no has hecho aquello de lo que se te acusa)? Es lo que los juristas denominamos una prueba diabólica. Dado que, además, se trata de hechos que, supuestamente, habrían ocurrido en la intimidad del hogar y sin testigos en la mayor parte de las ocasiones, ciertamente la posibilidad de demostrar su  inexistencia se representa realmente complicada. Por ello los juzgadores, aunque lleguen a hacerse idea de que los hechos denunciados son falsos, en la inmensa mayoría de ocasiones no tendrán suficiente prueba de cargo y lo que harán será archivar o absolver al acusado simplemente, sin que se entre a acusar a la denunciante a su vez. De ahí el “bajo” número de denuncias falsas.

En fin, con todo esto, lo que quería concluir es que pienso que la Ley de Violencia de Género debe existir, pues es necesario proteger a las mujeres debió a su mayor vulnerabilidad en este sentido. Sin embargo, quizá habría que replantearse su fundamento y orientación, y también habría que establecer una mayor penalidad para aquéllas que hagan mal uso de ella, pues si ésta les ofrece una capacidad de producir perjuicio muy superior a la que se otorga a la víctima de cualquier otro delito, también es justo que se castigue más duramente su empleo perverso y abusivo. Como decía Spiderman, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.