Traigo hoy un artículo interesante
publicado por ABC el 24/08/2015, que viene a echar por tierra una parte
importante del sustrato de la mitología feminista, en concreto el relacionado
con la influencia de la construcción de género en el comportamiento de niños y
adolescentes, así como en la identidad sexual del individuo.
Hay que ir por partes, el tema es
bastante amplio de por sí, y no todo lo defendido por los feminismos es falso o
inexacto. Sólo una gran parte de ello, aunque probablemente está suponga no
menos del 70% de sus teorías al respecto. En concreto, el texto se refiere a la
tan cacareada identidad sexual inducida -cuando no directamente construida-.
"Los niños juegan con balones, armas de plástico, etc y
las niñas con muñecas porque desde pequeños les enseñan que es lo propio
de su sexo".
Falso. Esa teoría desconoce -en
muchos casos, seguramente, de forma consciente- el hecho de que en
el organismo del varón hay una cantidad de testosterona muy
superior a la existente en el de la hembra. Esta hormona, que
determina la mayor (tendencialmente) musculatura, fortaleza
física, etc de los hombres respecto de las mujeres, implica asimismo una
mayor agresividad, y, derivado de ello, una mayor atracción por aquellas
actividades que supongan competir con otros individuos o recreen esta
competencia (deportes, juegos de guerra o combate). Ellas por su parte, cuentan
con su instinto maternal -que existe por más que las feministas renieguen de él
y se tiren de los pelos cuando se lo mentas-, siendo su preferencia por
jugar con muñecas una manifestación de éste.
Pues bien, de eso trata este
artículo sobre el que comento. Un varón es varón desde que nace (incluso
antes), y en su comportamiento como tal no viene determinado por la educación
recibida. Parece posible que ésta pueda influir en alguna medida, pero, desde
luego, no es el factor principal ni el determinante, sino más bien uno muy
secundario.
Este caso en particular no lo
conocía, pero sí otro en la misma línea. Recuerdo que se lo contaba a
profesoras feministas durante la carrera en los cursillos de la asignatura de Prácticum
y se ponían muy nerviosas. Una en particular, portavoz de algún importante
colectivo feminista alicantino a la cual vi después en televisión un día, llegó
a decirme que lo que ellas decían eran teorías científicas
"confirmadas", y lo mío "sólo opiniones". Cuando le
contesté que lo que yo decía también eran teorías científicas y que las suyas
estaban lejos de estar confirmadas (muy al contrario, hace ya bastantes años
que van quedando desfasadas para todos salvo ellas), casi echaba humo. Estoy
convencido de que me miró con auténtico odio.
En fin, os dejo con el artículo.
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DAVID REYMER, EL «NIÑO COBAYA» AL
QUE CRIARON COMO MUJER HASTA LOS QUINCE AÑOS
»Tras perder el pene a los pocos
meses de vida, un psicólogo convenció a sus padres para que le ocultaran la
verdad
I. Miranda - Madrid24/08/2015
Brenda no supo que había nacido
siendo un varón hasta que
tuvo 15 años. Fue una tarde de 1980 cuando su padre, torturado por el
sufrimiento que veía, le reveló el historia que habían estado manteniendo en
secreto: había nacido en Canadá siendo Bruce, junto a su hermano gemelo Brian,
pero una negligencia médica durante una circuncisión en 1965 había destruido
sus genitales.
En un intento desesperado porque la
vida de su hijo fuera satisfactoria, sus padres se pusieron en contacto con un
psicólogo que aseguraba que la condición sexual no es innata, sino que es
asignada mediante la educación en los primeros años de vida. Es decir, que si
trataban a Bruce como Brenda, este se convertiría en una mujer plena, en vez de
sufrir como un hombre sin pene. Se trataba de John Money, un psicólogo
del hospital Johns Hopkins (Baltimore) famoso por sus teorías sobre el género.
Además, era una oportunidad inigualable para Money de demostrar sus teorías, ya
que tendría un sujeto de control: Brian, con la misma carga genética que su
hermano, pero que tendría una orientación diferente.
El 3 de julio de 1967, los médicos
sometieron a Bruce a una castración quirúrgica (quitándole los testículos) y le
modelaron una vagina. Bruce se convirtió en Brenda a la vez que en un
conejillo de indias. Mientras, las instrucciones para sus padres, Janet y
Ron, fueron claras: no contarle jamás lo que había ocurrido.
Los niños fueron creciendo y la
situación se fue complicando. Según contaría Janet ya en los años 90 al periodista de
la revista «Rolling Stone» John Colapinto, la primera vez que trató
de ponerle un vestido a Brenda intentó arrancárselo. «Recuerdo que pensé:
“¡Dios mío, sabe que es un chico y no quiere que le vista como a una chica!”».
Pero no solo fue aquello. Cuando su hermano jugaba a afeitarse con su padre,
Brenda también quería. «Mi padre me dijo: “No, no. Tú vas con tu madre”. Me
puse a llorar, “¿Por qué no puedo afeitarme también?”», contó él mismo. Desde
pequeña incluso insistía en orinar de pie.
Por su parte, su gemelo identificaba
a Brenda como a una hermana. «Pero ella nunca actuó como tal», reconoció al
periodista de «Rolling Stone». «Si le regalaban una comba, para lo único que la
usaba era para atar a la gente o para azotarla como si tuviera un látigo. Nunca
la usó para su propósito real. Jugaba con mis juguetes mientras que los
suyos, como una lavadora, solo los usaba para sentarse».
«Estudio
John/Joan»
Sin embargo, para cuando cinco años
después el doctor Money publicó el primer libro sobre el «estudio John/Joan»
(como lo había bautizado) bajo el título «Man &
Woman, Boy & Girl», las conclusiones que reflejaban eran las
opuestas. Money aseguraba que tras haber enfatizado en el uso de la ropa
femenina, Brenda ya tenía una clara preferencia por los vestidos. Que se
sentía orgullosa de su pelo largo. Que por Navidades había pedido una casa de
muñecas y un carrito de paseo. Que la orientación de género se había impuesto.
Para cuando Brenda llegó a la
adolescencia sufría depresión y se había intentado suicidar al menos una
vez. También tomaba estrógenos. Cuando el doctor Money le instó a que se
sometiera a otra cirugía, se negó rotundamente. Fue entonces cuando sus padres
decidieron contárselo. Fue entonces cuando Brenda pudo volver a ser un chico. Eligió
de nombre «David» en honor al héroe bíblico que, desafiando todas las
probabilidades, mató al gigante Goliat. Se sometió a una faloplastia y se quitó
los pechos que le habían crecido gracias a las hormonas. Para cuando cumplió 23
años, se casó.
Sin embargo, su familia había
quedado destrozada. Su madre Janet cayó en depresiones clínicas repetidas
que requerían hospitalización. Su padre Ron se convirtió en un alcohólico. Su
gemelo Brian abandonó los estudios y trató de suicidarse en varias ocasiones
hasta que lo consiguió en 2002. Dos años después, con 38 años, David hacía lo
mismo tras haberse divorciado años atrás de su mujer.
La historia de David Reimer saltó a
la luz en 1997 gracias al doctor Milton Diamond de la Universidad de
Hawai, quien convenció a David de que contar su caso ayudaría que no le
ocurriera a nadie más. Meses después salía publicado también el artículo de
John Colapinto que en el año 2000 se editaría en un libro titulado «Tal como la
naturaleza lo hizo». La reflexión del doctor Milton Diamond fue: «Si
todos estos esfuerzos médicos, quirúrgicos y sociales combinados no tuvieron
éxito en hacer que este niño aceptara una identidad de género femenina
entonces, tal vez, tengamos que pensar que hay algo importante en la
constitución biológica del individuo»."