En las últimas semanas, al rebufo
del escándalo desatado por las acusaciones de acoso sexual por parte de varias
actrices contra el productor de cine y ejecutivo Harvey Weinstein, han
aparecido una serie de oportunistas sin escrúpulos ni dignidad de ninguna
clase, capaces de aprovecharse de esta situación que viven muchas mujeres para
intentar subir, por primera vez o de regreso, al candelabro (que diría la
Mazagatos, pues féminas de semejante catadura moral no son merecedoras ni
del empleo con corrección del refranero para referirse a ellas). No se puede hacer una acusación tan grave como ésta, sin dar nombres y
salpicando a inocentes. Salvo que sea mentira lo que dices, claro.
A río revuelto, ganancia de
pescadores. Que hay mujeres que han sufrido acoso, las hay, por supuesto, pero
Letizia Dólera no es una de ellas. Si fuera cierto lo que dice, daría nombres,
como hicieron quienes acusaron a Weinstein. Ella en cambio, sólo ha hablado de
vaguedades. Un director, un actor… Con la reputación de la gente no se juega.
Tras sus declaraciones, la de todos los profesionales con que ha trabajado va a
quedar en entredicho para feministas y borregos prejuiciosos. Y todo
gratuitamente, sin que ella se moje en absoluto.
Lo de Aitana Sánchez-Gijón, que dice
"no acordarse" del nombre de su agresor, ya es para descojonarse.
Como si una víctima de una agresión sexual pudiera olvidar éste. Y lo de
Barbara Rey, ni te cuento. Que sepamos, esta señora ha sido famosa justo por lo
contrario. A saber, por poner precio a su cuerpo e, incluso, chantajear a sus
amantes para sacarles más dinero. Y ahora hay que creerse que había quien la
asaltaba contra su voluntad, como si ella no se prestase a eso de entregar su
cuerpo a cambio de... Hay que joderse.
Carla Hidalgo, Maru Valdivieso, Ana
Gracia… La única que se salva de la quema es Luisa Martín, por ser la única que
da un nombre (si es que resulta identificable su ex profesor de arte dramático
al que acusa, claro, porque si no, ni ella). Todas las demás, no son más que
una comparsa de perdedoras, muy en línea con las almas en pena de la Santa
Compaña, que viene muy a colación estos días, que deambulan sin norte y se
agarran a cualquier cosa, sin importarles nada, con tal de regresar al
candelabro las que alguna vez estuvieron en él, por llegar al mismo las que
nunca lo hicieron. Si realmente alguien les propusiera pasar por… a cambio de
ello, personalmente no me cabe duda de que accederían sin poner pegas. Aquello
del dime de qué presumes y te diré de qué careces, suele resultar muy acertado.
Dicen que el refranero es sabio, y de sabios hacer caso de los sabios.
Resulta muy curioso y revelador que
ninguna de las que anda por el candelero (éstas sí), haya hecho ninguna
acusación de este tipo. Las feministas y otros en la onda dirán que no lo
hacen, precisamente, para no perder su lugar en él. Yo les responderé que,
precisamente, quien está en él se encuentra en posición privilegiada que la
hace invulnerable, y desde ella podría acusar sin temor. ¿Alguien puede creerse
que los directores, productores… podrían permitirse el lujo de renunciar a
trabajar con Penélope Cruz, Elsa Pataky, Amaia Salamanca, Vanessa Romero…? Por
favor, un poco de seriedad. Mujeres acosadas hay, pero no son regla, sino
excepción. Gracias a Dios, no es lo normal en ninguna profesión hoy día.
Aquellas mujeres que realmente fueron víctimas de este tipo de agresiones, van
a contar siempre con mi apoyo. Pero, por ese mismo respeto que me merecen,
estas otras sólo van a encontrar desprecio por mi parte. El nombre que me
merecen, sin más, es el de CERDAS.
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