sábado, 1 de julio de 2017

POR QUÉ SOY DETRACTOR DEL ORGULLO GAY


Vivimos estos días la polémica Semana del Orgullo Gay. Polémica. Precisamente. En dicho adjetivo radica la madre del cordero en este asunto. ¿Por qué polémica? ¿Por qué sigue resultándolo a día de hoy, cuando nos preciamos de haber superado ciertas cosas y muy poca gente sigue manteniendo el rechazo a los homosexuales y prácticamente nadie niega ya sus derechos? Algunos responderían que todo eso no es más que una fachada y que la homofobia sigue existiendo tras ésta, pero si reflexionamos sobre el asunto nos daremos cuenta de que, si bien es posible que un cierto prejuicio persista, no llega éste a condicionar la opinión de nadie –medianamente sensato, se entiende-, pues nadie actualmente es capaz de negar que los homosexuales son personas plenas e iguales con respecto a las demás.

Yo encuentro parte del problema en el mismo concepto: ¿orgullo. ¿Por qué hay que sentirse orgulloso de ser gay? ¿Tengo que hacerlo yo de que me gusten las mujeres? ¿De que me atraigan especialmente nórdicas, eslavas y negras? ¿De qué mi color favorito sea el azul? “Ey mundo, ¡entérate! Mis grupos favoritos son Metallica y Nightwish, y mis platos preferidos la paella y el gazpacho manchego. ¡Lo proclamo alto, claro y a los cuatro vientos, quiero que todo el mundo lo sepa y lo tenga claro!”. Absurdo, ¿no?

Esta tarde escuchaba a un medianamente conocido y bastante friky tertuliano televisivo de condición homosexual, decir que resultaba absurda la pregunta con que algunos tratan de desmerecer esta celebración: “¿tenemos que celebrar entones también el Día del Orgullo Heterosexual?”. Según él, este planteamiento carece de sentido alguno, pues ser homosexual es algo que, a día de hoy, sigue considerándose delito en muchos países y hasta se sanciona con la pena capital en algunos de ellos. Esta argumentación, que ha sido muy bien acogida por los invitados al programa –dos parejas, una de gays y otra de lesbianas, todos ellos famosos o de actualidad-, es la que me parece a mí ridícula y carente de sentido una vez se reflexiona sobre el asunto.

Aunque en principio suene muy digna y tal, una vez lo analizas te planteas la siguiente pregunta: ¿en qué beneficia a aquellos homosexuales oprimidos esta fiesta? ¿De qué  les sirve a ellos, en qué contribuye a su causa que un montón de gente  semidesnuda y ataviada de esperpento se suba a una colorida carroza para enseñar el culo durante el trayecto del desfile? No sé, igual es que tengo una mente jurásica, pero por más que pienso en ello, no consigo encontrar el beneficio.

El perjuicio es bastante evidente. Decir que te sientes orgulloso de algo implica introducirlo en una escala de valoración. Enorgullecerte de ello significa considerar que es superior a otras cosas comparables. Si estás orgulloso de ser alto, significa que piensas que eso es mejor que ser bajo. Si de ser español, que ello es preferible a ser inglés, francés, chino… Cuidado. Estamos entrando en el muy tenebroso jardín de la valoración de la persona por su condición sexual.

En efecto, nadie se siente orgulloso de tener diez dedos, de usar las piernas para caminar, de respirar aire… Las cosas admitidas como normales no pueden ser motivo de orgullo, como tampoco de rechazo o desprecio. Y aquí llegamos al punto crítico del asunto. La normalidad. Si alguien aspira a ser considerado una persona normal y que una determinada circunstancia innata no sirva para apartarla de esa normalidad, no puede al mismo tiempo pasearse por ahí exhibiendo “orgulloso” ésta. Si eres normal eres como yo, y si eres como yo y no mejor, ¿de qué pues te enorgulleces? Si ser homosexual no es nada malo ni de lo que avergonzarse, tampoco puede ser nada bueno ni de lo que enorgullecerse. Simplemente, en materia de orientación, cada cual es como es, sin que ello sea positivo ni negativo, mejor o peor. Si, en cambio, organizas celebraciones pomposas para proclamar desde una plataforma lo orgulloso que te sientes de ser como eres, lógicamente y por aplicación del Principio de Acción y Reacción (que es de los que nunca fallan. Qué talento el de Newton), acabarás provocando ineludiblemente la reacción, valga la redundancia, de quien no es homosexual y entiende que, si tú estás orgulloso de serlo, él no tiene por qué ser menos. Y claro, los orgullos contrapuestos siempre acaban enfrentados, tanto  más cuanto más cercanos sean y más tengan que verse las caras. Piénsese la rivalidad entre aficiones rivales (Barça/Madrid, Sevilla/Betis, Liverpool/Manchester). O entre religiones. O entre ideologías... “Oye, que si tú estás orgulloso de que te gusten las personas de tu mismo sexo, más lo estoy yo de que me gusten a mí las del contrario. LO MÍO SIEMPRE MEJOR QUE LO DE LOS DEMÁS”.

Habrá quien diga que estoy forzando las cosas para buscar un argumento contra esta fiesta, pero estoy convencido de que lo explicado es una de las consideraciones de más entidad en relación al rechazo que provoca en mucha gente. A nadie le resulta agradable que vengan a pasarle por las narices una bandera que no es la suya. Como poco, provocarás con ello deseos en aquél de sacar ésta para responderte, y de ahí al enfrentamiento hay un paso. En una sociedad en la cual los prejuicios relacionados con este tema no existieran ya resultaría tal actitud susceptible de provocar tal reacción, ni digamos en una en la cual todavía subyacen latentes muchos de éstos.

La celebración de la Semana del Orgullo Gay no ayuda en absoluto a la aceptación e integración de los homosexuales. Si quieres que te acepten como normal no puedes ir alardeando de cuán diferente eres, porque si lo haces igual acabas convenciéndome de que lo eres de verdad, y entonces surgen inevitablemente los recelos y las comparaciones, dando lugar a una rivalidad. Si te subes a una carroza a gritar que eres homosexual y te encanta serlo, al final conseguirás que me entren ganas de alzar la voz a mí también para contestarte que yo soy heterosexual y estoy tan contento como tú. Ningún problema, ¿verdad? Cada cual es como es, nos aceptamos todos y a vivir felices y en armonía. Explícaselo a los millones de muertos que cuenta la historia de la Humanidad por enfrentamientos entre diferentes formas de pensar, creer, sentir… La facilidad para evitar confrontaciones con el diferent no es nuestro fuerte, más bien lo contrario. Si te empeñas en decirme que tu condición sexual es la leche, al principio puede que hasta resultes gracioso y simpático, pero a la larga acabarás provocando la natural reacción en los demás de defender lo suyo con la misma energía, y ahí pasamos de la armonía a la competición. Mal asunto. Si lo que se pretende es la integración y aceptación en plena igualdad de los homosexuales, lo procedente es llevar cada cual su condición sexual sin estridencias ni alardes. Si los heterosexuales lo hacen sin ir por la calle proclamando a los cuatro vientos que lo son, va a ser pedir peras al olmo decirles que los homosexuales es procedente y está justificado que lo hagan, pero no lo sería que ellos lo hicieran. O todos moros o todos cristianos, porque si somos moros y cristianos y uno de los dos se empeña en pasarle al otro sus banderas y mostrarle lo orgulloso que está de serlo, la reacción es inevitable.

No me gusta ver al Ayuntamiento de la capital de mi país adornado con la bandera del arco iris. Ni a homosexuales extranjeros afirmando felices ante una cámara de tv que  "Madrid es muy gay". Ni al Jefe del Estado dando su bendición a esta celebración... Porque yo no soy homosexual. Ni quiero serlo. Si tú lo eres y te sientes feliz de serlo me parece muy bien, pero no me lo pasees por la cara, porque entonces te contestaré yo lo mismo de mi condición y ello acabará provocando fricciones entre los más exaltados. Si de lo que se trata es de reivindicar el derecho a no ser discriminado por tu orientación sexual, se me ocurren muchas maneras más dignas y no controvertidas de hacerlo. Una semana de actividades culturales por ejemplo, con reconocimientos, homenajes, menciones, etc a las personas y colectivos que en el mundo se oponen o sufren esa discriminación. No me parece que subirse a una ridícula carroza medio en pelotas o vestido de mamarracho sea una forma ideal y de conseguir esos fines. Y sin embargo parece ser que hay quien está convencido de que es  lo más efectivo para concienciar a los más reacios que siguen en aquélla. Seguro que Ahmadineyad, los imanes homófobos, los neonazis… han comenzado a replantearse sus ideas y comienzan a considerar la de admitir y tolerar la homosexualidad desde que comenzó a celebrarse esta chorrada. Ver marilocas histriónicas semidesnudas y/o gesticulando grotescamente, fijo que es algo que está removiendo para bien sus mentalidades. En unos cuantos años más con desfiles de éstos, habremos erradicado para siempre la homofobia. Sic.

2 comentarios:

  1. Es un espectáculo bochornoso, así están perdiendo el respeto de los demás y dejando su dignidad por los suelos, este es un país libre y democrático donde no hace falta esas manifestaciones tan denigrantes para reivindicar ser homosexual.

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