domingo, 20 de noviembre de 2016

EL BULO DEL DÍA EN QUE LOS ESPAÑOLES DIJERON SÍ A LA MONARQUÍA



"En lógica, una falacia (del latín: fallacia, ‘engaño’) es un argumento que parece válido, pero no lo es.  Algunas falacias se cometen intencionalmente para persuadir o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos o ignorancia. En ocasiones las falacias pueden ser muy sutiles y persuasivas, por lo que se debe poner mucha atención para detectarlas." (Wikipedia)

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En los últimos días, La Sexta ha revelado una afirmación vertida por el ex presidente Adolfo Suárez en el contexto de una entrevista realizada por Victoria Prego. En el transcurso de ésta, a Suárez parece ser que se le escapó que, en su momento, no se procedió a un referéndum para que el pueblo decidiese si quería a la monarquía, porque los datos que el sí a ésta perdía. Inmediatamente y a pesar de ser Victoria una de las periodistas más prestigiosas de la Transición y los años 80 y 90, diversas páginas han salido al paso acusando a la extrema izquierda y trayendo a colación de nuevo aquello de que “el pueblo sí votó a la Monarquía”. Concretamente, el argumento consiste en afirmar que: Sí que hubo no uno, sino dos referendos en los que el pueblo español apoyó masivamente la Monarquía como forma de Estado. El primero fue el referéndum sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política de diciembre de 1976, con un 94,17% de votos a favor. El segundo fue el referéndum de la Constitución de diciembre de 1978, con un 87,78% de fotos a favor”.

Pues bien, este argumento es una falacia de libro (y el que escribe no es izquierdista, al nombre de esta misma web remito. Ser de derechas no implica ser monárquico, pese a lo que muchos, tanto desde la izquierda como desde la derecha, pretendan vendernos), además de una de las mayores perversiones y cinismos de la transición. Me explico: el país venía de la experiencia de vivir cuarenta años de franquismo. España vivía en un estado político anacrónico en el contexto de Europa y el Occidente desarrollado. Nuevos vientos llegaban desde más allá de los Pirineos. Era el momento de poner fin al pasado y ponerse en armonía con los nuevos tiempos. La gente quería democracia.

Por otro lado, la figura del Rey resultaba necesaria como concesión a la extrema derecha. El Ejército, omnipresente todavía en la vida civil de la nación, estaba con la restauración y aquél resultaba preciso para mantenerlo tranquilo ante las tormentas y convulsiones que se avecinaban (legalización del Partido Comunista, reconocimiento de autonomías, etc). El peligro de que estallase y se sublevase para tomar el poder por la fuerza de las armas era muy real y estaba muy presente.

El Rey era imprescindible. Ante la propuesta de fin del régimen franquista, con concesiones al enemigo vencido en la guerra (comunistas) y retirada progresiva de poder a las Fuerzas Armadas, sólo una concesión a su vez de este tipo al Ejército y la extrema derecha podía garantizar la viabilidad del proceso constituyente. No olvidemos que requetés y resto de la derecha monárquica lucharon junto a Franco creyendo que éste restauraría la Monarquía Absoluta como régimen de gobierno nacional. Luego el Generalísimo se fue por otros derroteros, ante las protestas de muchos militares –como el general Mola-, y él los tranquilizó designando a Juan Carlos de Borbón, nieto del último rey de España por aquel entonces, como su sucesor.

La Monarquía era pues condición indispensable para mantener a la extrema derecha, poderosísima en aquella época, tranquila y evitar un nuevo golpe de estado y, con ello, muy probablemente una nueva guerra civil. Pero las encuestas, como reconoció
Suárez en su entrevista, anunciaban la victoria del no. De haber sido lo contrario –o serlo ahora-, ¿qué duda cabe de qué hubieran procedido –o procederían hoy mismo- a la realización de un referéndum popular para dejar el asunto saldado y la situación pacificada de una vez por todas? Cuando no lo hicieron –ni lo hacen-, es, evidentemente, porque temían –y temen- una victoria del No, y eso era algo que la coyuntura política del momento no podía permitirse.

Se metió al Rey en el pack constitucional, en lugar de decidir el asunto en un plebiscito aparte y específico. El monarca venía con la Constitución. Era, o democracia con monarquía, o continuar con el franquismo. Como ya se ha dicho, la gente estaba ansiosa por salir de la dictadura, quería democracia. No fue una elección libre: fue un chantaje político. Incluso Carrillo hubo de transigir y los comunistas votaron a favor. ¿Alguien cree que fue por algún tipo de iluminación que los tornó monárquicos al  instante y sólo por un momento, para cumplir con el trámite de la votación y volver al republicanismo recalcitrante tras él?

La Historia reconocerá en su día la manipulación. De hecho, ya ha comenzado a hacerlo, con la revelación de la afirmación de Suárez. Hasta entonces, el día en que todo se reconozca oficialmente (creo recordar que son cincuenta años los que, según los historiadores, los hechos puedan considerarse historia y, los más polémicos, reconocerse sin temor a que afecte a la nueva situación política), seguiremos escuchando aquello de que el pueblo español votó sí a la Monarquía.

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