domingo, 13 de noviembre de 2016

INDIGNADO CON LOS INDIGNADOS I (publicación original con fecha 12/06/2011)


      La frase sonó original la primera vez que la empleé. No obstante, parecía demasiado obvia y al momento actual más parece implicar repetitividad y falta de originalidad. Pero es que sigue siendo igualmente obvia.

El mensaje anti-indignados debe resultar tan popular como un discurso falangista en un mitin abertxale, pero el caso es que algo huele a podrido en Dinamarca, como diría el shakesperiano príncipe danés. Lo de los manifiestos y reclamaciones del movimiento 11-M está muy bien, e incluso algunas de estas últimas tendrían bastante sentido –de no venir de quien vienen, claro-, pero hiede a cortina de humo. ¿Qué hay detrás de todo ello? ¿A qué intereses ha servidorealmente toda esta historia? Porque sí, lo de que ha surgido de forma espontánea y bla, bla, bla no lo cuestiono, pero se me representa la oportunidad que a alguien ha debido venirle como la lluvia al labrador agobiado por la sequía. Desde algún lugar en las alturas, ¿alguien ha movido los hilos para favorecer la protesta? Fácil. Y ojo, que para ello no es necesaria una intervención activa de fomento y apoyo directo. Puede favorecerse igualmente con una actitud pasiva, no haciendo nada que la perjudique e incluso con otras activas indirectas, tales como eliminar obstáculos y trabas. Ya saben…
Para responder a la pregunta, hay que atender a tres claves:
a)      ¿En qué momento ha hecho su aparición el movimiento?
b)      ¿A quién ha favorecido?
c)      ¿Quién lo ha apoyado?
En cuanto a lo primero, los indignados hacen su aparición en plena campaña electoral, en unas elecciones municipales marcadas por la grave crisis que atraviesa el Partido Socialista y en las cuales se augura el PP va a arrasar en las urnas. Sospechoso. ¿Por qué estas reacciones no se dan en situaciones de bonanza izquierdista?
OK, el movimiento ha surgido en el momento en que España atraviesa una grave crisis económica. El que haya coincidido con lo otro es una circunstancia meramente puntual. Puede ser. No entraremos a discutirlo pues.
En cuanto a lo segundo, ¿a quién ha favorecido todo esto? La cosa resulta muy evidente: al PSOE, por supuesto. Analicemos el tema:  tanto PSOE como PP cuentan con un núcleo irreductible de electores que, pase lo que pase, van a votar a sus candidatos. Esos no se van a ver alterados pues. Al margen de éstos, existe un volumen de aquéllos amplio e indefinido susceptible de oscilar a izquierda o derecha según las circunstancias, tal y como lo hizo en las primeras elecciones generales ganadas por Zapatero, cuando masivamente se desplazó hacia el Partido Socialista como reacción a los atentados del 11-M. Ese era el contingente influenciable y sobre el que cabía pues actuación.
El PSOE, azotado y desgastado por la crisis económica, no podía reclamar ese voto para sí. Bastante tenía con conservar el de sus incondicionales. Se preveía en cambio desplazamiento del mismo hacia la derecha. La mayor prioridad pues, consistía en evitar tal desplazamiento en la mayor medida posible.
Y aquí es donde entran los indignados. Con su petición de “no votar a los de siempre”, ¿a quién castigaban? A los socialistas no, desde luego. Su mensaje no iba a calar en los incondicionales de las dos fuerzas políticas mayoritarias. Como ya hemos apuntado, los núcleos duros de PSOE y PP van a votar a su partido pase lo que pase. El llamamiento del movimiento pues, estaba dirigido a afectar a ese contingente indefinido y oscilante. El Partido Socialista, azotado y desgastado por la crisis, no podía esperar atraerlo hacia sí. El interés prioritario, ya que no se podía conseguir ello, pasaba por evitar, en la medida de lo posible, el desplazamiento del mismo hacia el Partido Popular. Me siguen ¿no?
El movimiento 11-M vino, ya dije, como agua de lluvia para el labrador en plena sequía. Su reclamación cumplía perfectamente ese objetivo. A ellos no les dañaba, pues ese voto indefinido ya era cosa perdida. En cambio, sí podía contribuir a evitar que fuese ganado por el PP.
Pues bien, parece que la cosa ha resultado. El PP ha arrasado, sí, pero, como bien se apresuran a apuntar los dirigentes socialistas, más que un aumento en la representación de los populares, se ha dado una pérdida en la propia. Los de Rajoy tienen lo mismo que tenían hace cuatro años más o menos. Poco más. Los socialistas han retrocedido, sí, pero ellos tampoco han avanzado todo lo que hubiera cabido esperar. De alguna manera, se ha neutralizado el desplazamiento del voto oscilante hacia la derecha. ¿Algo que ver la influencia del movimiento 11-M y los indignados? Parece probable, ¿no? Porque el éxito del mismo, como se ha explicado, favorecía al PSOE y perjudicaba al PP. Si negamos que haya tenido éxito y ayudado al PSOE, deberemos aceptar entonces que fracasó. Y con todo el ruido que han hecho, muy ingenuo o hipócrita habría que ser para afirmar que fue eso lo que ocurrió y negar el éxito del movimiento.
Finalmente, queda la tercera cuestión. Es decir, la de los apoyos que ha recibido. Ahí no hay mucho que explicar. En general, los indignados han sido merecedores de las simpatías socialistas. Aquí, en Alicante, fueron alentados sin disimulo y públicamente por la candidata a la alcaldía. Especialmente aleccionador resultó ver a mi ex profesor de Derecho Constitucional, diputado más joven de España por el Partido Comunista allá por la transición, subido al podio para “adoctrinar al pueblo”. Ese que, unido, jamás será vencido. Ya saben. Viendo “La Noria” las últimas dos semanas –sí, reconozco que la veo-, pudimos presenciar el reparto de posturas. A la izquierda, los inefables Enric Sopena, Maria Antonia Iglesias y compañía en decidido apoyo del movimiento. Enfrente, Isabel Durán, Antonio Rojo y el resto del abanderado del Diablo -que para  los de enfrente son poco menos que los mariscales del mismísimo pedro Botero-, en detracción. Excepción gratísima la de Pilar Raola, la cual, contra todo pronóstico, se  posicionó en contra de las formas -que no del contenido- del movimiento. Y es que esta mujer vale mucho. Aun situándome generalmente en las antípodas de su pensamiento político, a menudo he de quitarme el sombrero ante ella al escucharla hablar. Se compartan o no sus opiniones, a menudo la coherencia de las mismas es abrumadoramente contundente.
En fin, acabaremos hoy aquí el repaso a los llamados indignados. Otro día iremos con el contenido de sus reivindicaciones.
Saludos.

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