sábado, 10 de junio de 2017

ANÁLISIS DEL RECHAZO POR PARTE DE DETERMINADAS ASOCIACIONES A LA DONACIÓN DE AMANCIO ORTEGA A LA SANIDAD PÚBLICA

 
Hace algunos días saltaba la noticia. La Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de Aragón mostró su rechazo a la donación de 10 millones de euros que la Fundación Amancio Ortega acordó con la Comunidad Autónoma de Aragón. El colectivo explica que no es necesario "recurrir, aceptar, ni agradecer la generosidad, altruismo o caridad de ninguna persona o entidad".

"Aspiramos a una adecuada financiación de las necesidades mediante una fiscalidad progresiva que redistribuya recursos priorizando la sanidad pública", afirma el grupo.

Esta asociación no es la única que se ha opuesto donación de 320 millones de euros que anunció el pasado marzo la Fundación Amancio Ortega para la renovación de los equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en los hospitales públicos españoles. La semana pasada se hizo pública la donación de 17 millones a la región de Canarias, y la Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de esta comunidad criticó la actuación.

Para entender lo que se está cociendo y la forma de actuar de estos colectivos, no hay que perder la perspectiva de la distinción entre pensamiento de izquierdas y pensamiento de derechas. Esta gente, evidentemente, tiene una clara tendencia izquierdista, por más que ellos, seguramente, gustarán de presentarse como ni de diestra ni de siniestra. Como diría el coleta, simplemente “somos los de abajo y vamos contra los de arriba”. O sea, la vieja lucha de clases de Marx. Dicho de otra manera, la izquierda y derecha de toda la vida. Iglesias y los suyos buscaban confundir con esas chorradas para intentar atraer parte del voto popular descontento, antes del auge de C’s y su constitución como alternativa al PP.

En fin, la defensa de la Sanidad pública, al igual que la de la Educación ídem, ha sido una causa tradicional de aquéllos. Noble empeño, nadie lo discute, cuyas circunstancias analizaremos no obstante en este artículo. Y a partir de ahí y teniendo en cuenta la diferencia básica entre ambas ideologías (se recomienda leer el artículo “¿Qué es ser de derechas?” publicado en este blog. Enlace al final del presente *), comienza a entenderse el asunto. Como reza la cabecera de esta web, un comunista (puede entenderse extrema izquierda en general) no es más que un perdedor que ha perdido la esperanza, si es que alguna vez la tuvo, de llegar a ser un ganador. Los parias de la Tierra que reza La Internacional. En su momento, allá en la época de la Revolución Industrial, éstos fueron la famélica legión del himno izquierdista, los oprimidos que jamás tuvieron una oportunidad para triunfar en la vida y salir del estamento pobres en que quedaron ubicados por nacimiento. En la actualidad del Occidente desarrollado, afortunadamente, aquello hace mucho que quedó superado. Hoy todo el mundo tiene su oportunidad para intentar explotar sus cualidades personales en pos del objetivo de conseguir el éxito profesional/económico. Existen becas (por favor, que nadie me salga con lo del ex ministro Wert. Becas para estudiantes realmente comprometidos con sus estudios y dotación para cursar su carrera) y quien no estudia es porque no quiere. Igualmente, toda persona tiene la opción de ahorrar o intentar conseguir un aval para montar su negocio, gastar su dinero alegremente (saliendo a divertirse, tomar sus cervezas en el bar, viajar…), guardarlo para su jubilación, etc. Caso aparte, sobre todo desde la última crisis, es el de la gente que, con estudios o sin ellos, no encuentra trabajo y, por tanto, carece de ingresos. Otro día hablaremos de ese tema.

La ideología izquierdista nace de la envidia hacia quien queda por encima de uno, en un nivel superior al propio que no se espera poder alcanzar jamás. A partir de esa envidia, se incuba odio y resentimiento hacia los ricos y los triunfadores. Probablemente justo o, al menos, comprensible para aquella gente del siglo XIX que jamás tuvo la oportunidad de intentar cambiar su destino por nacimiento, pero mezquina y reprobable a día de hoy, cuando quien no lo hace es porque no quiere o porque sus vicios, falta de disciplina, voluntad, valor… se lo impide. Siendo un asalariado se vive muy tranquilo –siempre que se cuente con un contrato fijo, claro-. Cada mes se cobra. Sin riesgos, sin temor de perder nada. Lanzarse a la aventura empresarial, o simplemente la de la autonomía profesional, implica en cambio muchos. Se invierte el dinero muy duramente ahorrado o conseguido a través de aval, comprometiéndolo en una incierta aventura que puede culminar en éxito o fracaso, nadie lo sabe. Nadie ayuda al emprendedor. Al contrario, -en España- se le lastra con una tasa desorbitada en comparación con la existente –o hasta inexistente- en los países de nuestro entorno y que debe pagar logre beneficios o no, lo cual, en la mayoría de casos, supondrá la asfixia de la empresa, salvo para gente con mucho capital o familia que lo posea y que, por tanto, pueda permitirse afrontar tal sangría hasta el momento en que empiecen a llegar los beneficios, que podrá demorarse meses o incluso años. Nadie le ayudará y, si fracasa, perderá todo lo invertido, y hasta posiblemente se arruinará, el sólo. Nadie más. Y sin embargo, si porque suena la flauta o por su acierto en la gestión de su negocio, éste arranca antes de que ello ocurra y llega a triunfar y el dinero comienza a entrar a raudales, entonces los mismos –Estado Social español- que antes no le ayudaron y sangraron sin importarles si con ello le abocaban al fracaso y la ruina, ahora le dirán: “¡eh!, estás ganando mucho dinero. Tienes la obligación de compartir con los que no tienen la «suerte» de ganar tanto como tú”. Hace ya bastantes años, leí en algún artículo que Loles León, izquierdista confesa y una mujer que debe haber ganado cantidades muy considerables, se ufanaba de vivir muy bien y sin ahorrar, gastando todo en viajes y demás. Nada que reprocharle, cada cual hace con lo que es suyo lo que quiere. No obstante, hace ya algo menos, durante la crisis, tuve oportunidad de ver un debate televisivo en el que participó y en el cual, cuando le preguntaron cuál sería, en su opinión, la receta para salir de la crisis, respondió muy digna y convencida: “que los ricos paguen más”. Claro, Loles. Tú, que serías rica si hubieras guardado lo que ganaste y decidiste en cambio gastarlo con alegría, ahora exiges que quienes hicieron lo contrario y, en consecuencia, ahora tienen más que tú, compartan contigo su riqueza. Yo derrocho lo mío y luego, lo que tú ganes con tu privación, esfuerzo y arriesgando lo tuyo, lo compartes conmigo. Esa es la lógica izquierdista. Razón de la sinrazón, como cantaba Barricada en aquella vieja canción.

Estas asociaciones, al igual que a Pablo Iglesias, que también se pronunció en términos similares sobre el tipo de donaciones como la realizada por Amancio Ortega, odian a los ricos y a los triunfadores. Los odian por la envidia que les producen. Gestos como éste no van a ganar su agradecimiento, pues lo que ellos querrían, como bien han explicado, es que ese dinero lo dieran por obligación, a través de impuestos y sin que nadie tenga que darles las gracias. Yo pienso de manera distinta. La propiedad privada es sagrada –algo que no gusta, para nada, a la izquierda y que el Estado Social se ha encargado de atenuar-. Si, como Loles León, las personas somos libres de gastar nuestro dinero en lo que nos dé la gana o hacer con él lo que queramos, eso incluye también a los ricos.  Es cierto que, viviendo en sociedad, se hace necesario afrontar ciertos gastos para sufragar servicios que usamos todos (carreteras, puertos, aeropuertos…), y éstos han de sostenerse con la contribución de todos, siendo quizá lógico (tampoco lo tengo tan claro, habría que analizar la cuestión) que la de los que más tienen sea superior a la de los que tienen menos, pero eso no debería incluir cosas como la Sanidad, la Educación… públicas, pues la gente adinerada no suele hacer uso de ellas, y de esa manera se les obliga a pagar por algo que no necesitan ni van a usar. No se puede obligar a nadie a ser bueno, altruista…  Volvemos a lo mismo. Lo que es de uno es de uno, y nadie puede forzarle a compartirlo si no lo desea. Para cubrir esos servicios públicos, el Estado no debería recurrir a cobrar a quien no va a usarlos ni le son necesarios, sino a la generación de beneficios propios -a través de su intervención en la actividad empresarial como un agente más del mercado, por ejemplo. Hablamos a nivel de justicia teórica, ya sabemos que algo así aún no es posible a día de hoy-. Nadie debería tener obligación de compartir lo que tiene si no es su deseo hacerlo. No puedes obligar a alguien a que te acoja en su casa si tú no tienes una. Si desea hacerlo, su gesto será muy noble y digno reconocimiento y aplauso, pero no puedes forzarle si no quiere.

Y en ese contexto y desde esa perspectiva hay que considerar el de Amancio Ortega. Me da igual si procede al mismo por altruismo real o por cuestiones de imagen, la cuestión es que entrega una cantidad muy considerable y que no tiene ninguna obligación de donar, para favorecer a quienes tienen menos que él. Soy usuario de la Seguridad Social y mi madre falleció hace dos años y medio víctima de un cáncer. Me considero por tanto totalmente autorizado para pronunciarme en este debate, y desde esa autorización, aplaudo y me quito el sombrero ante este hombre, que día tras día demuestra ser una de las más grandes personalidades que ha dado este país. ¿Quiénes sois vosotras, asociaciones de usuarios, para pedir que se rechace ese donativo? La Sanidad pública hace saber continuamente de su falta de medios, especialmente en la lucha contra enfermedades como ésta. De continuo escuchamos hablar de personas que no fueron atendidas a tiempo a causa de ello, pagando consecuencias muy graves, a menudo la propia vida incluso. Si una persona muriera tras rechazar ese donativo pudiendo haberse salvado de haberlo aceptado, ¿qué diríais? Anteponéis vuestros prejuicios e inquinas ideológicas a la vida y salud de la gente, y luego vais de adalides del interés general en esta materia. Sois cínicos e hipócritas. Como de costumbre. La izquierda es una ideología que, naciendo de la envidia, erige troncos y ramas de envidia para dar como fruto la mezquindad. Decís que vuestra lucha es por la justicia social, pero no es así. Vuestra lucha, como decía Churchill, es por igualar a todos en la miseria. Ya que yo no puedo volar, cortarle las alas al que puede. Me rompo las mano aplaudiendo el gesto de Ortega. El vuestro en cambio, es totalmente similar al del mala sombra de toda la vida al que alguien que le cae mal le hace un favor y, no sólo no lo agradece, sino que encima le cobra más odio, pues con ello le demuestra que eres mejor que él. Queda muy claro quién es quién en esta historia.


*”¿Qué es ser de derechas?” http://sentenzyablog.blogspot.com.es/2016/11/que-es-ser-de-derechas.html

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