Hace algunos
días saltaba la noticia. La Asociación para la Defensa de la Sanidad Pública de
Aragón mostró su rechazo a la donación de 10 millones de euros que la Fundación
Amancio Ortega acordó con la Comunidad Autónoma de Aragón. El colectivo explica
que no es necesario "recurrir, aceptar, ni agradecer la generosidad,
altruismo o caridad de ninguna persona o entidad".
"Aspiramos a una adecuada
financiación de las necesidades mediante una fiscalidad progresiva que
redistribuya recursos priorizando la sanidad pública", afirma el grupo.
Esta asociación no es la única que se ha opuesto donación de 320 millones de euros que anunció
el pasado marzo la Fundación Amancio
Ortega para la renovación de los equipos de diagnóstico y tratamiento del cáncer en los hospitales públicos españoles. La semana pasada se hizo pública la donación de 17
millones a la región de Canarias, y la Asociación para la Defensa de la Sanidad
Pública de esta comunidad criticó la actuación.
Para entender lo que se está
cociendo y la forma de actuar de estos colectivos, no hay que perder la
perspectiva de la distinción entre pensamiento de izquierdas y pensamiento de
derechas. Esta gente, evidentemente, tiene una clara tendencia izquierdista,
por más que ellos, seguramente, gustarán de presentarse como ni de diestra ni
de siniestra. Como diría el coleta, simplemente “somos los de abajo y vamos
contra los de arriba”. O sea, la vieja lucha de clases de Marx. Dicho de otra
manera, la izquierda y derecha de toda la vida. Iglesias y los suyos buscaban
confundir con esas chorradas para intentar atraer parte del voto popular
descontento, antes del auge de C’s y su constitución como alternativa al PP.
En fin, la defensa de la Sanidad
pública, al igual que la de la Educación ídem, ha sido una causa tradicional de
aquéllos. Noble empeño, nadie lo discute, cuyas circunstancias analizaremos no
obstante en este artículo. Y a partir de ahí y teniendo en cuenta la diferencia
básica entre ambas ideologías (se recomienda leer el artículo “¿Qué es ser de
derechas?” publicado en este blog. Enlace al final del presente *), comienza a
entenderse el asunto. Como reza la cabecera de esta web, un comunista (puede
entenderse extrema izquierda en general) no es más que un perdedor que ha
perdido la esperanza, si es que alguna vez la tuvo, de llegar a ser un ganador.
Los parias de la Tierra que reza La
Internacional. En su momento, allá en la época de la Revolución Industrial,
éstos fueron la famélica legión del himno izquierdista, los oprimidos que jamás
tuvieron una oportunidad para triunfar en la vida y salir del estamento pobres
en que quedaron ubicados por nacimiento. En la actualidad del Occidente
desarrollado, afortunadamente, aquello hace mucho que quedó superado. Hoy todo
el mundo tiene su oportunidad para intentar explotar sus cualidades personales
en pos del objetivo de conseguir el éxito profesional/económico. Existen becas (por
favor, que nadie me salga con lo del ex ministro Wert. Becas para estudiantes
realmente comprometidos con sus estudios y dotación para cursar su carrera) y
quien no estudia es porque no quiere. Igualmente, toda persona tiene la opción
de ahorrar o intentar conseguir un aval para montar su negocio, gastar su
dinero alegremente (saliendo a divertirse, tomar sus cervezas en el bar, viajar…),
guardarlo para su jubilación, etc. Caso aparte, sobre todo desde la última
crisis, es el de la gente que, con estudios o sin ellos, no encuentra trabajo
y, por tanto, carece de ingresos. Otro día hablaremos de ese tema.
La ideología izquierdista nace de la
envidia hacia quien queda por encima de uno, en un nivel superior al propio que
no se espera poder alcanzar jamás. A partir de esa envidia, se incuba odio y
resentimiento hacia los ricos y los triunfadores. Probablemente justo o, al
menos, comprensible para aquella gente del siglo XIX que jamás tuvo la
oportunidad de intentar cambiar su destino por nacimiento, pero mezquina y
reprobable a día de hoy, cuando quien no lo hace es porque no quiere o porque
sus vicios, falta de disciplina, voluntad, valor… se lo impide. Siendo un
asalariado se vive muy tranquilo –siempre que se cuente con un contrato fijo,
claro-. Cada mes se cobra. Sin riesgos, sin temor de perder nada. Lanzarse a la
aventura empresarial, o simplemente la de la autonomía profesional, implica en
cambio muchos. Se invierte el dinero muy duramente ahorrado o conseguido a
través de aval, comprometiéndolo en una incierta aventura que puede culminar en
éxito o fracaso, nadie lo sabe. Nadie ayuda al emprendedor. Al contrario, -en
España- se le lastra con una tasa desorbitada en comparación con la existente –o
hasta inexistente- en los países de nuestro entorno y que debe pagar logre
beneficios o no, lo cual, en la mayoría de casos, supondrá la asfixia de la
empresa, salvo para gente con mucho capital o familia que lo posea y que, por
tanto, pueda permitirse afrontar tal sangría hasta el momento en que empiecen a
llegar los beneficios, que podrá demorarse meses o incluso años. Nadie le
ayudará y, si fracasa, perderá todo lo invertido, y hasta posiblemente se
arruinará, el sólo. Nadie más. Y sin embargo, si porque suena la flauta o por
su acierto en la gestión de su negocio, éste arranca antes de que ello ocurra y
llega a triunfar y el dinero comienza a entrar a raudales, entonces los mismos –Estado
Social español- que antes no le ayudaron y sangraron sin importarles si con
ello le abocaban al fracaso y la ruina, ahora le dirán: “¡eh!, estás ganando
mucho dinero. Tienes la obligación de compartir con los que no tienen la «suerte»
de ganar tanto como tú”. Hace ya bastantes años, leí en algún artículo que
Loles León, izquierdista confesa y una mujer que debe haber ganado cantidades
muy considerables, se ufanaba de vivir muy bien y sin ahorrar, gastando todo en
viajes y demás. Nada que reprocharle, cada cual hace con lo que es suyo lo que
quiere. No obstante, hace ya algo menos, durante la crisis, tuve oportunidad de
ver un debate televisivo en el que participó y en el cual, cuando le
preguntaron cuál sería, en su opinión, la receta para salir de la crisis,
respondió muy digna y convencida: “que los ricos paguen más”. Claro, Loles. Tú,
que serías rica si hubieras guardado lo que ganaste y decidiste en cambio gastarlo
con alegría, ahora exiges que quienes hicieron lo contrario y, en consecuencia,
ahora tienen más que tú, compartan contigo su riqueza. Yo derrocho lo mío y
luego, lo que tú ganes con tu privación, esfuerzo y arriesgando lo tuyo, lo
compartes conmigo. Esa es la lógica izquierdista. Razón de la sinrazón, como cantaba
Barricada en aquella vieja canción.
Estas
asociaciones, al igual que a Pablo Iglesias, que también se pronunció en
términos similares sobre el tipo de donaciones como la realizada por Amancio
Ortega, odian a los ricos y a los triunfadores. Los odian por la envidia que
les producen. Gestos como éste no van a ganar su agradecimiento, pues lo que
ellos querrían, como bien han explicado, es que ese dinero lo dieran por
obligación, a través de impuestos y sin que nadie tenga que darles las gracias.
Yo pienso de manera distinta. La propiedad privada es sagrada –algo que no
gusta, para nada, a la izquierda y que el Estado Social se ha encargado de
atenuar-. Si, como Loles León, las personas somos libres de gastar nuestro
dinero en lo que nos dé la gana o hacer con él lo que queramos, eso incluye
también a los ricos. Es cierto que,
viviendo en sociedad, se hace necesario afrontar ciertos gastos para sufragar
servicios que usamos todos (carreteras, puertos, aeropuertos…), y éstos han de
sostenerse con la contribución de todos, siendo quizá lógico (tampoco lo tengo
tan claro, habría que analizar la cuestión) que la de los que más tienen sea
superior a la de los que tienen menos, pero eso no debería incluir cosas como
la Sanidad, la Educación… públicas, pues la gente adinerada no suele hacer uso
de ellas, y de esa manera se les obliga a pagar por algo que no necesitan ni
van a usar. No se puede obligar a nadie a ser bueno, altruista… Volvemos a lo mismo. Lo que es de uno es de
uno, y nadie puede forzarle a compartirlo si no lo desea. Para cubrir esos servicios
públicos, el Estado no debería recurrir a cobrar a quien no va a usarlos ni le
son necesarios, sino a la generación de beneficios propios -a través de su
intervención en la actividad empresarial como un agente más del mercado, por
ejemplo. Hablamos a nivel de justicia teórica, ya sabemos que algo así aún no
es posible a día de hoy-. Nadie debería tener obligación de compartir lo que
tiene si no es su deseo hacerlo. No puedes obligar a alguien a que te acoja en
su casa si tú no tienes una. Si desea hacerlo, su gesto será muy noble y digno
reconocimiento y aplauso, pero no puedes forzarle si no quiere.
Y en ese
contexto y desde esa perspectiva hay que considerar el de Amancio Ortega. Me da
igual si procede al mismo por altruismo real o por cuestiones de imagen, la
cuestión es que entrega una cantidad muy considerable y que no tiene ninguna
obligación de donar, para favorecer a quienes tienen menos que él. Soy usuario
de la Seguridad Social y mi madre falleció hace dos años y medio víctima de un
cáncer. Me considero por tanto totalmente autorizado para pronunciarme en este
debate, y desde esa autorización, aplaudo y me quito el sombrero ante este
hombre, que día tras día demuestra ser una de las más grandes personalidades
que ha dado este país. ¿Quiénes sois vosotras, asociaciones de usuarios, para
pedir que se rechace ese donativo? La Sanidad pública hace saber continuamente
de su falta de medios, especialmente en la lucha contra enfermedades como ésta.
De continuo escuchamos hablar de personas que no fueron atendidas a tiempo a
causa de ello, pagando consecuencias muy graves, a menudo la propia vida
incluso. Si una persona muriera tras rechazar ese donativo pudiendo haberse
salvado de haberlo aceptado, ¿qué diríais? Anteponéis vuestros prejuicios e
inquinas ideológicas a la vida y salud de la gente, y luego vais de adalides
del interés general en esta materia. Sois cínicos e hipócritas. Como de
costumbre. La izquierda es una ideología que, naciendo de la envidia, erige
troncos y ramas de envidia para dar como fruto la mezquindad. Decís que vuestra
lucha es por la justicia social, pero no es así. Vuestra lucha, como decía
Churchill, es por igualar a todos en la miseria. Ya que yo no puedo volar,
cortarle las alas al que puede. Me rompo las mano aplaudiendo el gesto de Ortega.
El vuestro en cambio, es totalmente similar al del mala sombra de toda la vida
al que alguien que le cae mal le hace un favor y, no sólo no lo agradece, sino
que encima le cobra más odio, pues con ello le demuestra que eres mejor que él.
Queda muy claro quién es quién en esta historia.
*”¿Qué es ser
de derechas?” http://sentenzyablog.blogspot.com.es/2016/11/que-es-ser-de-derechas.html
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