lunes, 26 de diciembre de 2016

LAS "CHICAS DE..." EN PODEMOS: ¿VALORES FEMINISTAS REALMENTE?



La idea me vino a la cabeza hace algunas semanas. La formación morada hace del feminismo una de sus banderas, pero, al margen de la concordancia o incorcondancia feminismo/feministas –en un próximo artículo analizaremos esa cuestión-, ¿realmente puede considerarse la forma de actuar de las chicas de Podemos (inteligentes y muy capaces y preparadas además de guapísimas ellas, no lo pongo en duda) de Podemos acorde con los principios y valores de ese movimiento?

Si nos detenemos a analizar el asunto, no se puede concluir otra cosa que no sea la idea de que en ese partido resulta inusualmente frecuente la presencia en puestos destacados de “parejas de…”. Rita Maestre, Irene Montero y Tania Sánchez. Tres. Demasiadas. No me suena ningún otro partido en que haya dado un solo caso de coincidencia temporal. Los demás al menos han tenido la prudencia (ausencia de descaro más bien) de aguardar para que la cosa se diera en tiempos distintos. Reflexionemos: el acceso a esos puestos es algo que debe darse en una proporción aproximada de un español por cada varios cientos de miles –al menos-. ¿Cuántas posibilidades hay de que una persona que decida dedicarse a la política acabe en uno de  ellos? Ciertamente escasas. Además de talento, como en todo, será necesario tener padrinos, estár en el momento y a situación exactos, etc. Algo parecido a que te toque la lotería, vamos. Pues bien, preguntémonos: siendo tan difícil que suene la flauta, ¿qué probabilidad hay de que dos de los agraciados sean los componentes de una misma pareja y en un mismo momento? Yo al menos, me escamaría bastante si viera acertar la quiniela a una persona y poco después repetir la hazaña a su media naranja también.

Constatando lo evidente, la cosa es que en Podemos parece aplicarse aquello de que al que a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija. Alguien me dirá que lo mismo podría rezarse de Ana Botella, y sí, tendría toda la razón del mundo. Está claro que también llegó a alcaldesa de Madrid por aquello de ser vos quien sois. Pero vamos, además del cierto recato de que hablábamos para esperar a un momento no coindicente con el del apogeo de su “patrocinador”, el suyo es un caso en las ya cuatro décadas de historia de los populares, mientras que en Podemos ya tenemos tres en tan sólo tres años. Tres veces más en trece veces menos tiempo. Todo un récord digno de alguna plusmarca olímpica de las que marcan época y no se superan en décadas -si es que alguna vez son superadas-. En todo caso, ello sólo para cagarla, pues si el que escribe y firma está firmemente convencido de que Aznar fue el mejor líder que tuvo este país en los últimos cinco siglos, su mujer se cubrió de una sustancia marrón y de olor muy desagradable –ustedes ya me entienden- en su andadura política capitalina. Tuvo tan poco tino y acierto el expresidente a la hora de apoyarla, como en aquella en que decidió designar a Rajoy como su sucesor.

No el mismo el de Gallardón, el cual sí podría catalogarse como de estirpe o, como preferiría llamar Pablo Iglesias, casta. Y es que, a qué vamos a engañarnos, cambian los tiempos y los nombres, y las cosas evolucionan para adaptarse, pero lo que es desaparecer, no suelen desaparecer las del esquema de poder. La aristocracia es tan vieja como la Humanidad, y probablemente seguirá con ella por siempre. No es lo mismo que el clásico “me arrimo a éste/a, que me conviene” o “favorezco a éste/a porque comparte mi cama” (no necesariamente coincidentes ambas “especialidades” en todos los casos).

No estoy negando el talento de las chicas. Además de su indudable atractivo físico, a Tania y Rita da gusto escucharlas hablar (a Irene no la tengo tan seguida en ese aspecto). Sus formas son suaves e idealmente comedidas, su voz perfectamente modulada, el resultado definitivo muy agradable. Viendo a la rubia en sus debates televisivos o a la morena en sus entrevistas, te ganan y no te queda más remedio que reconocer que valen mucho para lo suyo. Otra cosa es el contenido de lo que dicen y piensan. Quien muestra tan buena memoria y dignidad para acusar los pecados del contrario y tan pocas para reconocer los propios, no puede tener el alma demasiado limpia. Hubieron también rosas azules, Tania, represaliadas por el bando que tu defiendes. ¿Ésas no merecen una palabra tuya para celebrar su memoria y reconocer el crimen de que fueron víctimas? “¡Arderéis como en el 36!” ¿Estás muy orgullosa de aquello, Tania? Fueron asesinados muchos religiosos inocentes, violadas muchas monjas que no habían hecho daño a nadie, por el simple hecho de profesar una religión que vuestro credo, el marxismo, había sentenciado como el opio del pueblo. Por ejemplo. Ya hablaremos de eso otro día.

No me cabe duda de que son mujeres inteligentes, preparadas y muy capaces, además de caras bonitas y cuerpos atractivos (que eso también parece funcionar muy bien últimamente, desde que iniciase la moda C´s con Inés Arrimadas y la arrebatadora Begoña Villacís), pero también todos sabemos que con eso no basta. ¿Cuántos hombres y mujeres del tipo se quedan por el camino? Es necesario además, como ya vimos antes, tener padrinos y/o estar en el momento y lugar adecuados. Es evidente que Tania, Rita e Irene no carecen de esos esos requisitos.

Ahora bien, ¿resulta eso compatible con la pretensión feminista de que las mujeres alcancen sus objetivos en base a sus propios méritos y sin ayuda de ningún hombre? La respuesta es evidente. Y ojo, que no las estoy criticando por ello. El pensamiento del que a ustedes se dirige es de derechas (consultar en este mismo blog “¿Qué es ser de derechas?” http://sentenzyablog.blogspot.com.es/2016/11/que-es-ser-de-derechas.html para tener claro lo que significa tal afirmación). Pienso que cada cual debe competir con lo que tiene, aprovechando las armas con que cuenta para obtener ventaja. En realidad, vería de género estúpido que no lo hicieran. La cosa es contradictoria con los principios del feminismo y la izquierda, no con los míos. 

Podría contraargumentárseme, y estaría bien traído, que las mujeres no tienen por qué renunciar a esa ayuda –insisto en que no soy yo el que defienda que tengan que hacerlo, tampoco que no puedan conseguir sus objetivos, sean cuales sean, sin ella-, dado que a los hombres nadie se lo pide y pueden servirse de la misma en su caso. Cierto. Pero la cosa es que, al menos hasta ahora, no me suena ninguno equiparable al que tratamos, bien posiblemente por aquello que decíamos de que se trata de coincidencias que hasta ahora, si se habían producido, tanto tratándose de hombres como de mujeres, había sido de forma meramente testimonial; bien porque todavía es reciente la equiparación por Ley del número de varones y hembras dedicados a la política. No me recurra nadie llegados a este punto a aquello del suelo pegajoso y el techo de cristal de las féminas, por favor. Ambos, sencillamente, son un mito. Un espejismo concebido por la mente febril del feminismo colectivo. La disminución del número de ellas en cargos conforme se eleva la altura de éstos, se puede explicar perfectamente si recurrir a discriminación ni conspiranoia machista alguna. En un próximo artículo me ocuparé de ello.

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