Hace
unos días se desató la tormenta política y mediática a causa de unas
escandalosas afirmaciones vertidas en el seno del VI Congreso Nacional de Educadores Católicos por el actual
alcalde de la localidad madrileña de Alcorcón, David Pérez, en las cuales calificaba
al feminismo actual de "rancio, radical, totalitario…" y tildaba a las
mujeres que lo defienden como "fracasadas, amargadas y rabiosas”. Algo que
probablemente piensa la mayoría de personas, no sólo en España, sino en el
mundo, y que han llevado a que, desde la izquierda y los sectores feministas,
se pida su dimisión acusándole de machista. Sin embargo, ¿es realmente una
manifestación de machismo lo que dijo? Para responder a esa pregunta, debemos
acudir en primer lugar la definición que de este concepto hace la Real Academia Española.
Así:
“Machismo
De macho1 e -ismo.
1.
m. Actitud de prepotencia de los
varones respecto de las mujeres.”
Machismo
es pues la actitud de superioridad de los
hombres respecto de las féminas.
Se trata de un conjunto de prácticas, comportamientos y dichos que resultan
ofensivos contra el género femenino. No es pues machista el acto de insultar a
las mujeres en sí mismo, sino, a lo sumo, una muestra de mala educación, grosería,
etc, como lo sería igualmente injuriar a un varón. Lo es hacerlo ÚNICAMENTE
cuando se las ofende por su condición de
tales. Los aborrecibles “mujer tenías que ser”, “vete a tu casa a fregar y cuidar
de tus hijos”, “tómate la pastillita, que así no piensas con claridad…”. Si le
dices a una mujer “tú eres gilipollas”, no estás incurriendo en machismo.
Incurrirías si le dijeses “las mujeres sois gilipollas”, “eres gilipollas, como
todas las mujeres”, etc. Pretensiones de que cualquier trato verbal despectivo
hacia una fémina suponga tal falta, como la de la periodista Elisa Beni (tan
dada a la demagogia, falacias, tópicos y lugares comunes, chorradas múltiples…
ella) hace un par de semanas en un programa de TV, en el cual acusó a Paco
Mahuenda de machista por decirle que fuera a que le revisasen el oído (sic); en
cambio, sí son una evidencia más de que el feminismo actual (movimiento con el
cual intuyo comulga esta mujer) no es realmente tal, sino un hembrismo mal
nominado.
Pero
volvamos por el momento al análisis de nuestra pregunta. A la luz de la
definición de la RAE, a ésta habría que contestar con la siguiente: ¿insultó el
alcalde de Alcorcón a las mujeres? A ello, las feministas y los sectores de
izquierda, que pretenden establecer una identificación absoluta y automática
entre éstas y aquéllas, responderían sin pensárselo un solo instante que sí.
Sin embargo, ¿podemos considerar verdaderamente que descalificar a unas u otras
sea una misma cosa? La mayoría de féminas, aunque no se consideren contrarias
al feminismo, tampoco se llamarían a sí mismas feministas, y muchas de ellas,
probablemente tantas como militantes y seguidoras de ese movimiento existen o
más, dirían que son detractoras de ese movimiento. Tenemos pues que no todas
las mujeres son feministas, incluso que la inmensa mayoría no lo son, con lo
cual, definitivamente, no puede considerarse que insultar a unas u otras sea
una misma cosa.
El
siguiente argumento que cabría para intentar calificar de machistas las
declaraciones de David Pérez, sería el de que el feminismo es un movimiento que
defiende los derechos de las mujeres (ahí otro de los tics de la cuestión.
Volveremos sobre ello en un próximo artículo), con lo cual despreciar tal causa
sería acto equiparable al de despreciar directamente a aquéllas. Explicación
impecable, pero ¿realmente el alcalde atacó esa motivación, o más bien la forma
de perseguirla de este colectivo? Yo creo que, sin ningún género de duda, sería
esto segundo. No me imagino al hombre negando que las mujeres deban disfrutar
de plena igualdad de derechos y oportunidades con respecto a los varones, ni
tampoco vilipendiando tal pretensión, una de las más justas y loables que hayan
existido con toda certeza.
David
Pérez, Ilustrísimo Alcalde de Alcorcón, democráticamente elegido por sus
conciudadanos, no incurrió en machismo
ni misoginia alguna con sus afirmaciones. Despreció en ellas a las feministas
actuales, lo cual podrá considerarse correcto o incorrecto, cuestión que
merecería su propio análisis, pero, definitivamente, no fue machista. El hombre
se limitó a mostrar su opinión sobre las feministas, igual que otros puedan
mostrar la suya sobre los católicos, los animalistas, los ecologistas… Por más
que nos lo quieran imponer, no existe obligación de comulgar con el movimiento
feminista ni de considerarlo algo positivo e intocable, pues tampoco hay
equiparación absoluta y automática entre éste y la causa de la defensa de la
igualdad entre hombres y mujeres. Los seguidores y simpatizantes de ese
movimiento pretenden vendernos que éste es exactamente eso, pero, como veremos
en un próximo artículo, una vez analizada la cuestión se revela que no es así,
y que lo que en realidad se defiende desde él (hoy día, no incluyo en esta sentencia
a las feministas de otros tiempos) es la prevalencia femenina, no la
equiparación con el varón.
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