La
polémica está ahí otra vez, reavivada en esta ocasión por la
propuesta de Ganemos Jerez, apoyada por PSOE e IU, presentada
con el objetivo de solicitar a la empresa Dorna Sport en orden a que "en
todas las pruebas que organiza en la localidad, elimine las prácticas en las
que se utiliza el cuerpo de la mujer como adorno y reclamo", a fin de
combatir lo que ellos entienden como cosificación de ésta. ¿Realmente es así? La cuestión requiere de un análisis crítico y
racional, enteramente ausente de prejuicios y apasionamientos. Es decir, justo
lo contrario de lo que pueden ofrecer los sectores feministas o incluso las
últimas reminiscencias del machismo que, por increíble que parezca, todavía
subsisten a las puertas de la Era Espacial (por favor, que no me salga nadie con
la cantinela aquella de que feminismo no es lo contrario de machismo, sino la
defensa de la igualdad entre sexos, que la letra me la conozco bien y resulta
encomiable en su anhelo literal, pero al cantarla sus autoras desafinan. Otro
día dedicaremos un artículo a este asunto en concreto). No resulta tan sencillo
ello como pudiera parecer. Vivimos un momento en el cual la corrección política
es la vara con que se mide a nuestros políticos, y una salida del guión
establecido puede suponer el fin de la carrera del responsable o la pérdida de
muchos miles de votos. El electorado feminista supone un importante número de
éstos. Los partidos de izquierda le bailan el agua –al igual que la derecha
hace lo propio y por idéntico motivo al católico- y sus rivales a la diestra no
se atreven a contrariar muchos de sus postulados, por absurdos que resulten a
veces, por miedo a ser tachados de machistas, detractores de la libertad de la
mujer, etc. En fin, vayamos a lo que nos ocupa.
Los
sexos, hombre y mujer, no son iguales, por más que así intenten vendérnoslo a
menudo. Esa es una verdad que las propias feministas reconocen, pero tan sólo
nominalmente o en cuanto les interesa. Uno de los aspectos en el cual la
ignoran sistemáticamente, es el de la sensualidad y el erotismo. En la gran
mayoría de especies del reino animal, incluidos los mamíferos y, concretamente,
nuestro Orden, los primates, el poder de atracción sexual de la hembra resulta
muy superior al del macho. Sólo hay que echar un vistazo a lo que ocurre cuando
una gata o perra se encuentra en celo. Sus congéneres del otro sexo se vuelven
locos y entran en un estado de frenesí en el cual llegan a perder toda
prudencia y no prestan atención a otra cosa. No existe una reacción equivalente
en ellas, que jamás sienten una atracción tan pasional, inmediata e
irresistible.
En
ello hay que buscar la base de este asunto que hoy nos ocupa. No se trata de
una construcción de género, como pretenden vender los feminismos, sino de una
pauta de comportamiento sexual totalmente natural. La naturaleza, que suele ser
sabia, decidió dividir los poderes como en su momento hiciera el conde de
Montesquieu, otorgando al macho el de la potencia física y la hembra el del
celo. Por ello, las marcas de los
varones son superiores a las mujeres en casi cualquier disciplina deportiva
–salvo aquellas que no impliquen una competición decisiva de fuerza,
resistencia, etc-, mientras que ellas destacan muy por encima de ellos en
aquellas actividades que tienen que ver con la sensualidad, la belleza y el
erotismo (modelaje, iconografía erótica en general…). Alguien me diría,
llegados a este punto, seguro, que también las mujeres sienten atracción sexual
(“¿qué me dices del fenómeno fans, mucho más poderoso entre ellas que entre
ellos?”) y que también hay modelos y guaperas entre ellos. Claro. Igual que
también hay mujeres extraordinariamente fuertes, grandes… En cuanto a lo
segundo (sex-symbols masculinos), haberlos haylos, por supuesto, pero sólo hay
que fijarse en su número e influencia en la cultura y mentalidad colectiva para
responder a esta cuestión. Claudia Schiffer, Cindy Crowford, Naomi Campbell,
Gisele Bundchen, Heidi Klum, Adriana Lima… ¿Cuántos nombres de modelos varones
se han instalado en la mentalidad colectiva occidental como esos? Si bien no
exactamente lo mismo, algo parecido podemos decir de los actores. Marilyn, Ava
Gardner, Rita Hayrwort, Brigitte Bardott, Rachel Welch, Grace Kelly, Liz
Taylor… Bo Derek, Kim Basinger, Julia Roberts, Brooke Shields, Sharon Stone… Angelina
Jolie, Scarlett Johanson, Hale Berry, Penélope Cruz, Charlize Theron… Sabrina,
Marta Sánchez, Samantha Fox, Beyonce, Rihanna, Jennifer López… También hay
nombres masculinos junto a esos (Clark Gable, Paul Newman, Robert Redford… Brad
Pitt, George Clooney…), pero podríamos citar, a bote pronto y sin esforzarnos,
al menos cuatro o cinco de féminas por cada varón, con mucha más repercusión
socio-cultural y permanencia en el tiempo además.
Y
aquí llegamos adonde íbamos. Las feministas se quejan, entre otras cosas, de
que en las competiciones se contratan azafatas para ser exhibidas y no azafatos
(hasta el nombre suena ridículo), entendiendo que ello supone ofensa para las
mujeres y una discriminación. En cuando a esto segundo, nada más lejos de la
realidad. Si entendemos que estas chicas son contratadas por el reclamo que
ejercen en el público masculino, que es el que mayoritariamente sigue este tipo
de deportes en que, por lo general, se recurre a ellas (motor, ciclismo…), y
teniendo en cuenta lo explicado en los párrafos anteriores, es claro que ellos
no resultan tan útiles al fin pretendido. No hay discriminación cuando se
recurre a personas de un sexo porque las del contrario no resultan ideales para
ello. Es lo mismo que cuando se prefiere
hombres a mujeres para realizar trabajos que requieren fuerza y resistencia
física (cargador de muebles para mudanzas, albañil…). De hecho y analizada
adecuadamente la cosa, son las feministas las que están discriminando a las
mujeres, pues condenan la realización por parte de éstas de tareas para las
cuales están mejor dotadas que los hombres, mientras que nadie protesta cuando son
los varones hacen lo propio con aquellas otras en las cuales resultan
superiores.
No
hay trato desigual no justificado pues. El empresario tan sólo contrata a
quien, por sus características, mejor puede cumplir la función en cuestión. En
cuanto a lo ofensivo del asunto, muchas de estas mismas chicas han elevado su
voz para hacer saber que no se sienten ofendidas y atacar estas iniciativas por
considerar que vienen a quitarles su trabajo. Las/os feministas se defienden
argumentando que les ocurre lo mismo que a las mujeres musulmanas que
interiorizan y asumen como correcta la imposición de uso del burka o el hiyab.
Ellas también han interiorizado las imposiciones del hetereopatriarcado sin
darse cuenta. Por supuesto. Lo que sea menos admitir que también ellas/os
pueden estar equivocados. Quien no es feminista, con todo lo que ello implica
(ideología izquierdista, defensa del aborto libre, antagonismo clerical…), es
porque, consciente o inconscientemente, es machista y sigue los dictados de
aquél. Esa es la forma de pensar de esta gente tan “defensora” de la democracia
y la libertad de pensamiento y expresión. Quizá lo que deberían hacer las
feministas es predicar más con el ejemplo. Aceptar que su opinión es tan sólo
una más de las que admite una democracia, y que pueden existir otras diferentes
dentro de ésta que sean tan válidas y respetuosas con ella como las suyas; así
como que hay mujeres que opinan de manera diferente a ellas y no por ello tienen
que estar sometidas al lavado de cerebro del hetereopatriarcado (vaya tela el
palabro)
Dicho
esto no obstante, hay que afirmar también que cierto significado asociado a la
función de estas chicas, sí podría entenderse ofensivo hoy día. En efecto, estas
celebraciones de victoria con chicas guapísimas (varias, porque además son
mínimo dos, una para cada brazo, como Dios manda) besando y abrazando al machote
ganador, son herencia directa de los homenajes dispensados a los gladiadores,
generales, etc vencedores en la Antigüedad, a los cuales se recompensaba con
las más bellas vírgenes, esclavas del harén imperial, etc, al más puro estilo
del spot del perfume Invictus de Paco Rabanne. Eso sí resulta cosificador y
ofensivo. Las mujeres no pueden seguir considerándose “trofeos” para el ganador
hoy en día. No hay discriminación en contratar hermosas azafatas para que
amenicen el evento con su belleza y sensualidad, igual que no la hay en
contratar fornidos mozos para realizar el traslado de muebles en una mudanza.
Ahí no hay ofensa, tan sólo aprovechamiento de ciertas características
inherentes a un determinado sexo, más desarrolladas en algunos individuos
dentro de éste que en otros. Las muchachas pueden dar la salida de la carrera,
pasar los carteles, etc sin problema, pero, quizá, la celebración del vencedor
con entrega de flores entre besos y abrazos de ellas sí está fuera de lugar. El
premio al Aquiles de hoy no puede seguir siendo la bella
Briseida.
Por
otro lado, también hay que darle la razón a las feministas al hacerse eco de la
reclamación de una de estas chavalas, que se quejaba por el hecho de haber sido
obligadas a trabajar con minifalda y en ropa de verano en un ambiente gélido,
con súbita e imprevista caída de las temperaturas. Lo que no es de recibo, no
es de recibo. El trabajo debe realizarse en unas condiciones dignas y
respetuosas con los derechos de los trabajadores, a los cuales no se les puede
exigir exponer su salud si expresamente no venía establecido en el contrato que
esa era una de sus funciones (como ocurre con los probadores de medicinas
experimentales, por ejemplo).
Antes
de cerrar el artículo, haré una referencia a la periodista Elisa Beni, a la
cual escuché argumentar el otro día en un programa de televisión, al hilo del
asunto que nos ocupa, que la libertad del individuo, garantizada
constitucionalmente, no puede amparar estas cosas, igual que no ampara las
violaciones, injurias, etc. Sinceramente, creo que he escuchado a poca gente
decir tantas tonterías como a esta mujer. Así, a bote pronto, ni siquiera la
fenecida Mª Antonia Iglesia recuerdo que firmara tantos disparates y absurdos.
A ver, Elisa, alma de cántaro, claro que la
libertad debe tener ciertos límites. En concreto, los bienes jurídicos de los
demás, protegidos por nuestro ordenamiento. Siempre que no entre en conflicto
con esto, cada cual puede hacer con su cuerpo lo que quiera, sin que nadie pueda
prohibírselo por sentir subjetivamente ofendidas sus convicciones ideológicas.
Los límites impuestos legalmente actúan para proteger ofensas objetivas, no
para salvaguardar la fina piel de las feministas. Al final es lo de siempre: la
izquierda es defensora de la libertad, sí, pero ojo, libertad para hacer lo que
a la izquierda le guste o no le moleste. Sólo para eso. Si no es así,
comenzamos a pasar de Trotsky a Stalin.
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