En
los últimos días ha tenido lugar la elección en primarias del nuevo Secretario
General del PSOE. La cosa ha supuesto un notable revuelo, pues no voy a
exagerar si digo que casi todos dábamos por hecho que Susana Díaz acabaría imponiéndose
a Pedro Sánchez. No obstante, a estas alturas ya todos lo sabemos, hubo
sorpresa y ha sido éste segundo el que ha acabado llevándose el gato al agua.
¿Qué
significa ello? Sinceramente, pienso que ni él ni la sevillana podrían suponer
algo positivo para el país. Los romanos manejaban el concepto de la auctóritas, que venía a ser el
reconocimiento que, sin ostentar ningún título que lo sustente y en abstracto,
se reconocía a determinadas personas de
notable influencia en la sociedad y política romana, cuya opinión todo el mundo
acataba con respeto. Susana era la candidata de los que detentan la auctóritas entre los del puño y la rosa.
Los pesos pesados de la casa. Felipe González, Alfonso Guerra, Zapatero… Quizá
eso le hizo mucho más daño que bien, en contra de lo que ella pensaba. Tras
décadas de escándalos en las filas socialistas que salpicaron hasta las más
altas instancias de las mismas, el PSOE perdió credibilidad como partido de
izquierdas, propiciando así la aparición de Podemos.
Al alinearse junto a ella, Susana se consolidó como la candidata de la
continuidad, lo cual le pudo ganar el
apoyo de los dirigentes, pero le costó el de una militancia que buscaba un
cambio. Por cierto, cabría plantearse por qué era así. ¿Por qué los que
manejaron antes el destino del partido apostaron, todos y sin faltar uno, por
ella? ¿Qué es lo que a ellos les iba en la cosa para involucrarse tan
decididamente en su causa? Uno lo piensa y, lo único que le viene a la cabeza,
es la posibilidad (¿posibilidad?) de que, tras la organización interna del
partido, existan ciertos intereses con su propio organigrama trazado (ustedes
ya me entienden, al PP le están saliendo a la luz últimamente bastantes manifestaciones
del suyo propio), en el cual resulta imprescindible cierta previsión y contar
en los puestos decisivos con gente al tanto y participadora del mismo. Un
candidato que rompe la baraja y saca los pies del tiesto desobedeciendo a los
mandamases reales del partido, incontrolable por éstos, resultaría una amenaza
para el orden establecido que todos los participantes en éste se aprestarían a
combatir. Ahí lo dejo.
Pedro
Sánchez por su parte, ha sabido jugar la carta del Dr No, que le ha llovido del
cielo. Ante el electorado de izquierda, se ha presentado como el detentador de
los valores reales y originales del PSOE, que fueron traicionados Susana y los
suyos al posibilitar un gobierno del PP. El izquierdista honesto, íntegro, que
no se prestó a ello y se mantuvo firme ante mamoneos tales, hasta que un golpe
de estado le arrebató injustamente el mando y entregó el timón a los traidores.
En realidad no había nada de eso. El hombre
sabía que se lo jugaba todo. Era ahora o nunca. O salía elegido presidente, o
su carrera política había acabado. De hecho, los de la auctóritas lo colocaron en su puesto como entretenimiento en tanto
se preparaba y ultimaba el advenimiento de Susana Díaz, la gran esperanza del
partido en aquellos momentos. Algo transitorio, todos lo tenían claro. Por eso
Pedro se negó a dimitir y, a última hora, estaba dispuesto a estudiar todo tipo
de pactos posibles, salvo el que tuviera por socio al PP. Siendo la segunda
fuerza más votada, aunque a mucha distancia de los populares, cualquier acuerdo
con cualquiera de las fuerzas restantes debía otorgarle a él la presidencia. El
trato con los de la gaviota en cambio, dado que Rajoy tenía más votos que él,
se la daba a éste. Por eso estaba dispuesto a pactar con quien fuera menos con
el PP, no por ningún sentimiento de integridad izquierdista, que de eso ya
hemos visto que hay poco cuando la afirmación de ser ellos un partido de siniestra,
como bien observó Julio Anguita en una entrevista hace poco, no se vio acompañada
de propuestas concretas de política izquierdista. Lo que viene siendo un
brindis al sol, vamos.
Pedro
fue por tanto el candidato populista, frente a la candidata de los señores del
partido. La única opción con ciertos visos de honestidad, me pareció la de
Patxi López, pero claro, ésta no tenía visos reales de conseguir nada. ¿Con el
apoyo de quién contaba? ¿El portavoz de quién era él? El pobre estaba vendido,
llamado a, en el mejor de los casos, actuar como bisagra que aperturara la
puerta en una u otra dirección.
El
mensaje de Sánchez sin embargo, caló entre los militantes socialistas que
habían quedado en el partido convencidos de sus valores de izquierdas. Los que
no pasaron a Podemos defraudados,
restaron desencantados a la espera de que apareciera un nuevo líder que
defendiera de forma creíble ese espíritu, y el no es no de Pedro y la
traición susanista encumbró a éste como ese héroe que necesitaban, el mesías
que podría devolver al partido su grandeza de antaño. En fin…
El
caso es que Pedro Sánchez, que hace tan sólo unos meses languidecía degradado a
mero cadáver político en proceso de putrefacción, ha resucitado contra todo
pronóstico, y la resurrección le ha otorgado una fuerza que nunca tuvo en su
anterior andadura terrenal. En efecto, desde la debacle socialista causada por
el movimiento Indignados-15M, el PSOE
había perdido la poca credibilidad que le restara hasta entones como propuesta
de izquierda a favor de Podemos.
Ahora sin embargo, con esta afortunada (para él) combinación de factores, Pedro
a reemergido como el héroe que el partido necesitaba en opinión de las bases, y
eso puede conseguir que vuelvan muchos de los votos fugados a la formación
liderada por Pablo Iglesias.
Hace
algunas meses firmé esta frase lapidaria: “Pablo Iglesias fundó el PSOE y Pablo
Iglesias lo remató”. Ahora las cosas ya no están tan claras. Desde luego, el
socialismo internacional ha entrado en crisis –obsérvense los casos de Francia
y Alemania- y pareciera que nos encontramos en un punto de inflexión, a las
puertas de una nueva época en que cambiarán muchas cosas. La desaparición del Partido
Socialista como tal semejaba una de esas posibilidades, pero el resurgimiento
de Pedro Sánchez, cuanto menos, va a suponer un balón de oxígeno para éste, que
así ganará algo de tiempo. Si ello les valdrá para asegurar su supervivencia,
el futuro a medio plazo lo dirá.
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